tú enredado en mi pecho, yo atada a tu camisa,
como pequeños seres que no tocan el suelo,
y viven de la brisa.
Al alba, en mi desvelo, negocio con la muerte
que se lleva mis huesos y me trae tu ternura,
malvivo desgranando las uvas de la suerte
que esconden mi amargura.
En los muertos habito, como rata de escombro,
sólo vivo un momento, como las mariposas,
con la piel y las alas de soñarnos alfombro
mis noches silenciosas.
En mi grito de guerra está la desmedida
locura de querer esquivar al destino,
pero ya todos saben que los muertos en vida
no eligen su camino.
Muertos y deshauciados estamos condenados
a arrastrar nuestra pena entre los lodazales,
y a llorar en ricones oscuros y apartados
con lágrimas letales.
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