miércoles, 4 de septiembre de 2013

ALBATERA

 
Por los campos de almendros caminaban sombríos,
cien ojos de fusiles vigilan sus cabezas,
el harapo hecho orgullo, el dolor entereza,
sumidos en la pena de los sueños baldíos,

el cielo desplomado aun olía a bandera,
a cantos de esperanza, al milagro esperado,
la muerte hacía boca con su diente afilado
mientras ellos dirigen sus pasos a Albatera.


Entre tantos, mi padre, rozando la veintena,
con los ojos rasgados de dolor contenido,
con la guerra a la espalda con semblante aturdido,
preso, que no vencido, camina por la arena.

En apenas tres años, transformado en un hombre
toda la incertidumbre se hace pliegue en su frente,
ya carne de alambrada irremisiblemente
por siempre conmovido, sin nada que le asombre.