de perennes excusas,
sin hedor ni gusanos,
sin duelo y sin entierro
sin llantos y sin luto,
donde no hay condolencias
ni notas en la prensa,
ni esquelas mortuorias,
ni coronas,
ni ramos encendidos con sus cintas moradas,
donde no hay rostros graves
ni abrazos estrechos, ni sollozos.
Las flores de la ausencia se marchitan a solas
olvidadas por todos,
reclamo de las moscas
y los negros presagios.
Esa ausencia arbitraria
es de dolor constante,
no te da un golpe seco,
no te cruza a la cara,
arando laboriosa
deposita venenos
silenciosos,
casi imperceptibles,
invisibles a todos los ojos,
te inunda de canales diminutos
bajo la piel intacta,
la sangre se enlentece hasta ser solo arena
deteniéndose un día rendida, derrotada,
y te deja muriendo para siempre.
La ausencia es una muerte disfrazada,
despiadada y perversa.
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