recogiendo perpleja, mi sonrisa,
no te apures, me marcho a toda prisa,
has decidido tú, yo no decido.
Ya me marcho, me borras de tu frente,
y cocino la clave del olvido
comprendiendo que un pecho dolorido
solo entiende su muerte diligente.
-Mientras tu te morías a cuchillo
yo ya estaba muriendo poco a poco
en silencio, sin rastro ni verbena-.
No me gustan las vueltas de tornillo,
ni el abrazo de amor condescendiente,
ni el olor de las cartas de condena.
No hay comentarios:
Publicar un comentario