Si me eliges que sea con la ausencia en la mano,
con los ojos atentos, con la muerte olvidada,
con el pasado atado, como un viejo tirano
que murmura su miedo con la frente agachada,
si me besas, que sea ese beso el inicio
del baile de caricias que anduvieron vencidas,
renaciendo lavadas de un fatal maleficio,
estrenadas, de blanco, y sin rastro de heridas,
si me abrazas que sea con los huesos desnudos,
con la boca serena, con el pecho anhelante
de augurios de presentes, sin cuerdas y sin nudos,
que tu aliento resuene como un eco vibrante,
si me olvidas, que sea en las horas felices,
que la vida nos premie con la risa inocente,
no quiero estar oculta entre tus cicatrices,
ni en tu ceño sombrío, ni en un verso doliente,
si decides matarme, que no sea una carga,
un montón de cenizas que te tiña los ojos,
un eslabón de más en tu cadena amarga,
el jirón añadido a un rincón de despojos.
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